Las dos plantas de la vivienda ofrecen una composición simétrica que resuelve el acceso principal, el secundario y la cochera en un frente armonioso, apenas interrumpido el tono blanco de sus muros por los quiebravistas en tono madera, que generan un espacio- jardín que privatiza las visuales al interior y enriquece el acceso principal con luz y paisaje propio, alejando la casa de la calle.
Toda la zona de acceso fue muy valorizada con semicubiertos que juegan con el sol, hasta llegar a la entrada principal, con gran puerta de madera rodeada de vidrio, que funde la mirada con el jardín posterior.
En el contrafrente, la simetría se rompe para que la casa avance hacia el jardín, con una galería semicubierta a la que expande el estar principal y su continuación, el quincho, con barra bar y parrilla, y la piscina con solario y desborde infinito que continúa a lo largo del predio. Este volumen en L crea la expansión aterrazada de la planta alta. Todo este espacio posterior constituye una zona de amplio disfrute social, de superficie generosa, que actúa como transición hacia el interior.
Living, comedor y cocina, integrados pero muy separados por la amplia superficie del espacio que comparten, resuelto en tonos muy claros, con pisos unificados de porcelanato, donde la escalera cumple, como es habitual en los proyectos del arquitecto Daniel Tarrio, una función tan práctica y necesaria como estética. Una escultura se roba las miradas con su esbeltez, recortada sobre el plano vidriado que separa la casa del jardín semi interior del frente.
Se instalaron carpinterías negras de altas prestaciones con doble vidriado hermético, y se realizó un proyecto lumínico que valoriza la arquitectura ofreciendo visuales nocturnas de gran impacto estético.